Transformando las creencias del observador

¿Qué hora era la hora en la que el creador del reloj puso por primera vez la hora cuando lo creó?

Esta pregunta que parece un trabalenguas es el inicio de varias que nos permitirán reflexionar sobre una serie de creencias que tenemos en cuanto a la vida. Identificar creencias para “desmontarlas” es necesario cuando teniendo claro un determinado objetivo en la vida  esa creencia nos está impidiendo alcanzarlo. Una vez identificada una creencia necesitamos definir si es limitante o potenciadora. Si es limitante, necesitamos transformarla. Al hacerlo quitamos del camino un obstáculo que nos impide ser felices en la vida o alcanzar las metas que nos hemos propuesto. Si es potenciadora, hay que mantenerla. Nos sirven de gran ayuda. Hay creencias que nos sirven para determinado momento de nuestro caminar. Luego se vuelven obsoletas y es necesario transformarlas.

Otras preguntas de reflexión en el proceso de transformar las creencias del observador son: ¿El tiempo es estático y nosotros vamos caminando por esa línea de la vida? o ¿yo estoy estático y el tiempo es el que pasa y transcurre?

En un artículo anterior del 27 de noviembre, planteaba la pregunta de si la muerte existe. Si los seres humanos realmente morimos. Eso nos llevaba a otra pregunta: ¿Qué somos los seres humanos? Mi conclusión fue: los seres humanos somos energía. Si la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma, entonces la conclusión a la que llegaba era que la muerte no existe. El cuerpo es sólo un contenedor en el que nuestro ser esta “almacenado” temporalmente. Luego de un tiempo, este contenedor pasa a la categoría de desechable y nuestra esencia energética se muda a otro contenedor desde el que continuaremos operando.

En este artículo haremos un intento de vincular ambos análisis.

Yo me imagino la vida como una faja transportadora en movimiento en la que yo voy caminando. Como la faja y yo estamos en movimiento, en el fondo yo estoy estático, no me muevo del lugar donde me encuentro. Es el tiempo el que pasa.


Sé por experiencia, que mientras estáticamente me voy moviendo en esta faja, se irán aproximando una serie de acontecimientos, circunstancias, interacciones con personas, hechos en la vida, que yo tendré que ir enfrentando. Algunos de ellos serán positivos y algunos otros complicados y difíciles de sobrepasar. Pero ya sé que la vida es así. Por lo tanto, cómo pase el resto de mi vida depende única y exclusivamente de mí, de la actitud con la que decida enfrentar esos acontecimientos. Si mi vida es resultado de mis decisiones, la queja, el culpar a otros o a las circunstancias, el victimizarme, etc., son solo manifestaciones de mi deseo de no responsabilizarme por mi vida.

Esas experiencias e interacciones, positivas o no tanto, son oportunidades que se me presentan para mi transformación en esta Escuela de Aprendizaje llamada Tierra, en la que hay una “malla curricular” de “cursos” que tengo que “seguir” para ir aprendiendo. Si desapruebo los cursos, tendré que volverlos a estudiar, esperamos sea en esta vida, hasta que los haya aprobado.

Existen unos “ángeles” que en este estático caminar,  seleccionan las experiencias e interacciones que se nos van apareciendo. Seleccionan aquellas que nos permitirán aprender lo que hemos venido a aprender en esta vida. Algunas de esas experiencias son agradables y otras no tanto. Cuando no aprendemos, esos ángeles vuelven a colocarnos experiencias similares tantas veces como sea necesario hasta que aprendamos. Es por ello que muchas experiencias se nos vuelven a aparecer. Son como patrones repetitivos. Cuando finalmente hemos aprendido, esos ángeles se encargan de retirar 10 o más de esas experiencias porque ya no son necesarias. Pasado algún tiempo, nos ponen una que otra sólo para verificar el aprendizaje. Esos ángeles suelen incorporarse a nuestros familiares más cercanos, a amigos, clientes o personas de la calle.

Cuando desde otra creencia distinta a la que aquí estoy planteando, creencia catalogada como la “realidad”, analizamos lo que nos ocurre tendemos a quejarnos, culpar o victimizarnos. En estas circunstancias esos ángeles tienen más pinta de demonios. Esa concepción de la “realidad” postula que hay personas desgraciadas en el mundo, que tal y cual son unos impresentables, tercos, dispersos, impulsivos y demás calificativos que podemos darles a las personas que nos rodean; que los otros o circunstancias externas a nosotros son culpables de los que nos pasa; o que no sabemos por qué la vida se ha ensañado con nosotros. Cuando la aceptamos como nuestra decidimos no asumir responsabilidad por nuestras vidas.

En el nuevo planteamiento yo decido la vida que quiero llevar y esos ángeles están allí para ayudarme a aprender. Cuando estoy en presencia de uno de ellos no me queda otra cosa que agradecerles por estar atentos y pendientes de mi y de mi aprendizaje, colocándome experiencias e interacciones con otros que garantizan mi toma de conciencia, la definición de mis planes de mejora y transformación y mi proceso de desarrollo como mejor ser humano. Está en mi libre albedrío escoger la creencia potenciadora y la actitud que más me convenga para alcanzar mis metas y objetivos y ser más feliz en la vida.

¿Cómo me doy cuenta que acaba de aparecer un ángel o la experiencia ha sido seleccionada por uno de ellos? Mucho más claro se ve cuando la experiencia es negativa o quien se aparece en mi vida me genera emociones encontradas. Es allí donde una de las concepciones de la física cuántica cobra sentido. Dice: “el otro no existe”. ¿Qué significa esto? Que nos pasamos la vida proyectando en las demás personas aquellas cosas que todavía no hemos sanado, que están todavía por transformarse en nosotros. Dice: “Todo aquello que te molesta de otra persona, no es sino un reflejo de quien tú eres”. Por lo tanto, cuando otra persona te irrita por alguna circunstancia, actitud o comportamiento, como “el otro no existe”, quien te está irritando es tú mismo. Te estás viendo reflejado en el otro. Esa es la señal de que hay algo todavía por transformarse, por sanar en tí y que lo estás viendo reflejado en el otro.

Cuando adoptas este paradigma, estás transformando el observador en el que te has convertido. Miras cada experiencia e interacción como una señal de lo que tienes que aprender. Son oportunidades para sanar y transformarte. La respuesta a la persona de la interacción (el ángel) y a la experiencia no puede ser sino un gigantesco “gracias por la oportunidad”. Ese estado de conciencia, ese manera de observar, ese nuevo estado de ser observador genera una profunda paz. Mucha certidumbre: la responsabilidad por tu vida está en tus manos, tú decides cómo y con qué actitud quieres vivirla, tú estás liderándola y teniéndola bajo absoluto control, tú estás sanando tu esencia energética que se transforma y prepara para la siguiente vida…en esta Escuela de Aprendizaje llamada Tierra.

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