¿CÓMO “ENFERMAMOS” A NUESTROS SERES QUERIDOS?

En los artículos que escribí en SE en diciembre, como preámbulo a las fiestas de fin de año, hice referencia a un postulado de la física cuántica que dice que “el otro no existe”. Esta frase quiere recordarnos que los seres humanos no dejamos de hacer proyecciones (psicológicas). Esto es, lo que vemos como nuestra “realidad”, lo que creemos que es “la verdad”, no son sino perspectivas, percepciones e interpretaciones de nuestro propio mundo interior de creencias que se ha ido construyendo: 

  1. Siglos antes de que naciéramos, con los programas (creencias) heredados de los ancestros (el clan familiar), de nuestro árbol genealógico, del transgeneracional. 
  2. Del proyecto sentido que representa los programas instalados en el inconsciente del niño recién concebido producto de los acontecimientos reales y emocionales vividos por la madre y el padre 18 meses antes del nacimiento y hasta los 3 años de edad; y 
  3. En base a las experiencias que le tocan vivir a la persona a lo largo de su vida, producto de los acontecimientos que ocurren por la interacción con el entorno y con otras personas. 

De allí que los postulados de Maturana y Varela sean tan contundentes: los seres humanos no vemos, escuchamos y sentimos a través de nuestros 5 sentidos sino a través de nuestro cerebro y nuestra mente en los que yacen los filtros (creencias) por medio de los cuales percibimos e interpretamos la realidad. 

Cuando estamos frente a una persona que admiramos, lo que admiramos de ella no es sino nuestro propio reflejo. De la misma manera, lo que más detestamos del otro es un reflejo de nosotros mismos o de lo que nos estamos haciendo. Por ejemplo, si creemos que una persona es sumamente ambiciosa, probablemente es un reflejo de nuestra propia ambición. Si una persona nos descalifica, tenemos que preguntarnos cómo nos estamos descalificando a nosotros mismos en la vida cotidiana. Estas proyecciones y la interpretación que le demos a la realidad, desde nuestro mundo interior, pueden llevarnos a vivir conflictos emocionales a tal punto de generarnos una enfermedad. 

También la física cuántica cuestiona que la materia (el cuerpo) haya creado la mente. Afirma justamente lo inverso: que la mente ha creado la materia y nada de lo que existe es real (desde la concepción que tenemos de “existencia” los seres humanos). Para entender mejor esto basta con ver las películas La Matriz y Lucy. Esta afirmación se puede reforzar con una de las leyes de la termodinámica al decir que la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Esto significa que los seres humanos somos seres energéticos y no materia, es la energía la que nos define como lo hace para todas las otras cosas que “existen” desde la definición humana. Las personas, las cosas, los animales, cada elemento de la naturaleza son energía. La mente se encarga de darle color, forma, textura, densidad, olor, etc. En base a esto, los seres humanos hemos venido a la Escuela de Aprendizaje llamada Tierra a sanar y aprender lo que nuestros ancestros no pudieron. Escogemos, al momento de ser engendrados, a quienes necesitamos como padres con todo su contexto, sus programas y experiencias para sanar y aprender lo que todavía está pendiente de ello. Energéticamente y desde los programas y creencias que traemos del pasado, escogemos a nuestra pareja, nuestras relaciones, la profesión, el contexto y el entorno (¡lo co-creamos!) con la finalidad de sanar justamente lo que nuestros ancestros no pudieron y está pendiente en nosotros

también. Cada persona con la que interactuamos está allí para enseñarnos algo. Son esos “ángeles” o “maestros” a quienes debemos agradecer por la oportunidad de aprendizaje. Resonamos con ellos desde esa necesidad y por eso decidimos, desde el inconsciente, tener esa relación. 

La bioneuroemoción (BNE), concepto creado por el Instituto Enric Corbera y que ha servido de inspiración para este artículo, es una metodología de acompañamiento a través de la cual la persona toma conciencia del conflicto emocional que ha generado la enfermedad. Trabaja con técnicas de hipnosis, PNL, Gestalt, numerología, física cuántica, estudios del transgeneracional, proyecto sentido, la nueva medicina germánica del Dr. Hamer, entre otras, para poder así descodificar los programas, las creencias del individuo y sus contenidos emocionales contribuyendo al proceso de sanación del ser y de curación física. 

La BNE postula que el cuerpo no tiene capacidad para enfermarse por sí solo, es decir, que la enfermedad no es algo que el cuerpo genere por “deficiencia” o propia iniciativa. Es más bien el resultado de un conflicto que surge cuando existe una incoherencia entre lo que deseamos y lo que tenemos, entre la manera en que pensamos, sentimos y actuamos. Como nuestro cuerpo busca siempre el equilibrio, tratará de dar una repuesta biológica compensatoria para suplir esa incoherencia, generando una serie de cambios expresados como síntomas físicos. Un síntoma es una alerta que nos da el cuerpo para resolver el conflicto emocional que, si no se resuelve, podría desencadenar en una enfermedad. 

Los conflictos emocionales, como se dijo líneas arriba, son producto de los programas que tenemos, algunos heredados, otros construidos a partir de las experiencias y todos ellos son parte imprescindible de nuestro proceso de aprendizaje. 

En la actualidad se cree que la enfermedad es algo que nuestro propio cuerpo genera y, por lo tanto, sólo algo exterior a quien la padece la puede curar, lo cual sustenta el rol de la industria farmacéutica y médica en nuestro medio. Por el contrario, según la BNE, la enfermedad es producto de la incoherencia entre nuestro cuerpo y los mensajes emocionales que le damos; es la expresión de un conflicto biológico que a su vez es la respuesta, reacción y compensación a un conflicto emocional. Por ello afirma que somos nosotros los únicos responsables de nuestras enfermedades y también de nuestra curación. Esto se logra tomando conciencia de los conflictos emocionales de nuestra vida, sanando las herencias del clan, descodificando los programas ancestrales y los generados como parte de la interpretación que le damos a los hechos que ocurren en nuestra vida. Por ejemplo, los cánceres de mama suelen estar relacionados a los conflictos emocionales con la pareja o los hijos tales como la falta de protección, ausencia o separación de la pareja, la pérdida de hijos o no poder protegerlos adecuadamente, entre otros. 

Muchos de los programas que generan conflictos emocionales vienen de la interacción con otros seres humanos. Dependiendo de la crueldad o bondad con la que nos relacionemos, podremos influir o no en la activación de nuestros programas y generar o no el campo propicio para la enfermedad. Si alguien nos escoge en su vida es porque algo nuestro le ha resonado y viceversa; de manera inconsciente, como maestros, nos apoyamos a resolver o sanar los conflictos pendientes de los ancestros en nuestro árbol genealógico. Desde la toma de conciencia de esta realidad por ambas partes de la relación, podremos crear el ambiente propicio para el aprendizaje,

la curación de la enfermedad y la sanación de aquellos conflictos emocionales que podrían afectar nuestra salud. 

El sentido de propósito del ser humano es el aprendizaje, no el sufrimiento. Podemos aprender sin  tener que sufrir y ésta es la primera creencia que tenemos que transformar, Amén. 

* Un agradecimiento especial a mi esposa Pilar por ser mi ángel, mi maestra y por apoyarme a editar los contenidos biológicos del presente artículo.

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