Desarrollo humano y profesional: Cómo alcanzarlo

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Si me propongo correr la maratón de Nueva York, podré tomar conciencia de lo que necesito hacer para alcanzar esa meta, qué aspectos de mi salud, nutrición, capacidad física (muscular y ósea), aeróbica, etc. Necesito trabajar, mejorar o desarrollar para cumplir con mi cometido. Previo a todo ello, necesitaré hacer un diagnóstico sobre mi estado actual en esos y otros aspectos.

Cuando me imagino habiendo terminado la maratón y con una marca por debajo de las 5 horas me sentiré satisfecho, feliz, realizado, orgulloso, con una gran sensación de logro, en paz. Todos esos estados del ser son mi motivación para plantearme esta meta. En sí, no es el objetivo lo que más me entusiasma. Son esos estados del ser: me imagino tomándome selfies, colgándolas en el feis, en el twitter y otras redes sociales, recibiendo las felicitaciones del caso. Para los más introvertidos, significará una meta cumplida y eso les basta.

En la vida y el entorno organizacional funciona de la misma manera. Nos ponemos metas personales y profesionales con la finalidad de “sentirnos” de “cierta manera” una vez que las hallamos alcanzado. Por lo tanto, el desarrollo humano y profesional exige que nos definamos metas y los estados del ser a alcanzar. Sin ellos no sabremos de qué (competencias: habilidades conocimientos, actitudes) y para qué estamos hechos (misión personal, legado, sentido de propósito y contribución), no sabremos si como estamos constituidos actualmente es suficiente para cumplir con nuestros objetivos o si tenemos que mejorar o desarrollar competencias superiores o alguna complementaria que todavía no tenemos.

Las competencias están constituidas de conocimientos (mente, el “saber saber”), habilidades (cuerpo, el “saber hacer”) y actitudes (emociones y conciencia, el “saber ser”). Se les suele llamar también hábitos. Un hábito es aquello que sabemos hacer de manera automática: tenemos el conocimiento, la habilidad y la actitud para hacerlo sin pensar, sin proponérnoslo siquiera. Para que la característica de automático esté presente necesitamos haberlo practicado un número considerable de veces.

¿Cómo practicarlo varias veces si no tengo la costumbre de hacerlo, si no lo tengo presente, si ni siquiera me acuerdo? Si fuera tan fácil como proponérnoslo solamente, nadie hablaría de desarrollo, de retroalimentación, de mejores y peores desempeños. A todos nos sería natural proponernos hacer algo y estar en pocos minutos haciéndolo en automático. Basta con recordar algún deporte que hemos querido aprender, el pedido de que cambiemos algo de nuestro comportamiento para tomar conciencia de que esto no es algo fácil.

La Programación Neurolingüística -PNL aporta algunas herramientas para ello. La fundamental para el desarrollo de hábitos se llama estructura. Una estructura es un tipo de ancla. Un ancla es un estímulo visual, auditivo, cinestésico, olfativo o gustativo (VACOG) que cuando está presente en nuestro entorno automáticamente actuamos en determinada dirección. Por ejemplo, para algunas personas determinados olores les gatillan el deseo de algo adicional pero ni siquiera lo piensan: olor a café vinculado con fumar; sensación de rigidez muscular con deporte; ver a una pareja dándose cariño y le sujeta la mano la suya. Así como esto suele ocurrir en automático con las anclas, las estructuras son señales que uno se las coloca premeditadamente con la finalidad de acordarse de hacer algo a lo que no está acostumbrado. Por ejemplo, colocar el reloj despertador para levantarse a determinada hora, cambiarse el reloj de muñeca (derecha o izquierda) para que desde la incomodidad podamos tener presente determinada conducta, actitud o tarea por desarrollar. Es de esperar que con el transcurso del tiempo esa estructura/ancla haya cumplido con el objetivo de desarrollo que la persona buscaba de una habilidad, actitud o competencia. Puede hacerse obsoleta también cuando estamos tan acostumbrados al ancla que ni le prestamos atención, ya no nos sirve y tendremos que buscar una nueva ancla que nos permita ser efectivos en nuestros propósitos en la vida.

Recordemos: la repetición de una conducta varias veces desarrolla hábitos y competencias. Las competencias que tenemos que desarrollar son aquellas que al adquirirlas como parte de nuestro accionar cotidiano nos permiten ser más efectivos. Ser efectivo en la vida implica alcanzar nuestras metas (eficacia) con la menor cantidad de recursos de todo tipo (eficiencia). La PNL considera que la efectividad nos permite ser felices. Ponte anclas en la vida para desarrollar las habilidades necesarias para alcanzar tus metas…sé feliz!

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