Responsabilidad social empresarial… pero rompiendo paradigmas para salvar la tierra

El 7 de diciembre último Joan Fontrodona publicó un artículo en La Vanguardia (periódico español) titulado “Cambio de Mentalidad”. En él, Joan hace un análisis de las raíces de la crisis económico-financiera actual. Hace mención a que ante las buenas noticias de la recuperación económica mundial se pretende pasar por alto las causas profundas de la crisis. Dice que al no generarse una verdadera transformación del sistema de creencias que la impulsaron, dentro de unos años se volverá a caer en lo mismo. Joan comenta: “Sería muy triste que lo único que aprendiésemos fuese que hay que perfeccionar las técnicas económicas y financieras, como si todo fuese una cuestión de mejorar nuestra “racionalidad limitada”, como si todo se solucionase con más control, olvidando que los seres humanos somos suficientemente astutos para saltarnos cualquier sistema de control que se nos imponga. No basta con perfeccionar el sistema o ponerle límites. Hay que rediseñarlo”.

En el mundo corporativo se escucha a menudo “las empresas han sido creadas para generar beneficios y su objetivo es alcanzar el máximo de rentabilidad”. Reflexionar sobre este paradigma podría evitar que la economía mundial vuelva a caer en la crisis que actualmente nos agobia o convertir el crecimiento que están consiguiendo algunas economías  en una burbuja financiera que terminará demostrándonos de que el modelo no funciona. Lo que vendrá después de todo ello no es sino más conflicto social que hará las relaciones insostenibles.

Por otro lado cada vez se escucha más de la importancia de la responsabilidad social empresarial (RSE), como la necesidad de que las empresas tomen conciencia de su rol en la sociedad y se alineen a normas y conductas éticas y legales.  La RSE es ahora considerada como una obligación moral para contribuir con la sostenibilidad socioambiental. Me pregunto si lo que está detrás de la RSE es un verdadero cambio de paradigma o un mecanismo para generar más utilidades a través de la lealtad de los grupos de interés, la reducción de los conflictos sociales, atraer mejores colaboradores, mejorar la confianza de los inversionistas, evitar multas, la intervención del Estado, reducir riesgo, etc. El origen de fondo de la RSE es minimizar los impactos sociales y ambientales que producen las operaciones de las empresas, o sea, las externalidades negativas (para utilizar términos de la economía) que se generan debido a que en una economía de mercado, el empresario  decide qué y cuánto producir en función a sus costos privados de producción. Las externalidades negativas son todos los costos que recaen sobre la sociedad y el ambiente producto de la operación de la empresa y que no han sido incluidos en la estructura de precios de venta del producto. Una externalidad negativa termina afectando  el bienestar de terceros sin que éstos participen en la venta o el consumo del bien. Esto es resultado de la no existencia de derechos de propiedad. Los conflictos sociales se generan reclamándole al Gobierno su intervención para que la empresa generadora de la externalidad negativa asuma aunque sea parcialmente los costos de la misma. El Gobierno muchas veces  intercede buscando maximizar  su rentabilidad electoral. Los grupos de interés afectados se enfocan en el corto plazo y negocian una salida muchas veces económica buscando el máximo de rentabilidad de corto plazo por sus necesidades inmediatas. Hay veces en que no hay acuerdo. Para evitar este tipo de situaciones a futuro, parece que la respuesta es la responsabilidad social empresarial (RSE) como un mecanismo más dentro del sistema y del mismo paradigma que ha generado la crisis del presente y las del pasado.

En esta carrera del tener  y consumir más no nos estamos dando cuenta del mundo que les estamos dejando a nuestros  hijos y los hijos de nuestros hijos. Estamos hipotecando la naturaleza y la humanidad. Como especie no hemos sido creados para esto. Como especie no hemos creado las empresas para tener más rentabilidad. Como lo dice Joan al final del artículo de La Vanguardia “No debe ser el capital el que esté en el centro de atención de la actividad empresarial sino el trabajo. Se trata de que el objeto de las empresas no sea el crecimiento del capital sino el desarrollo de las personas…”Si una empresa no está para ganar dinero, ¿para qué está?”, le preguntó un empresario.  Joan le respondió: “¿Para qué está? Para que tú y tu gente seáis más felices” Joan se atreve a preguntarnos: “¿Nos atreveremos a medir el éxito de una empresa no por los beneficios que genera sino por el grado de felicidad que promueve?”

Si así fuera, la RSE no es una “obligación moral”. Pagarle a alguien por el bien que compro o el gasto que le genero no es una obligación moral. Simplemente tengo que hacerlo porque es la contrapartida. Si esa justa compensación reduce las utilidades de la empresa no podremos  dejar de reconocer que definitivamente hará más felices a todos aquellos que viéndose afectados hoy por las externalidades negativas  no tienen quien escuche sus pedidos, ni entienda sus reclamos ni experimente lo devastadora de su pobreza actual y la que se generará sin la compensación. Menos aún se dejarán escuchar los que no habiendo nacido todavía serán víctimas de lo que dejemos de hacer hoy para cambiar de mentalidad y los resultados de nuestro accionar.

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