La espiritualidad en la existencia humana
Mi vida ha sido un viaje espiritual con muchos sobresaltos. De vivir en un mundo religioso cargado de paternalismo y castigo, a otro de comunidad religiosa; a uno de conexión con Dios y Jesús, rechazando las prácticas de ciertos elementos de las iglesias en las que participé, a una de distanciamiento, de negación y rechazo a las creencias más mundanas y menos espirituales de las religiones. Aun ante mis serios cuestionamientos a la existencia de un Cristo como hijo de Dios y primogénito, siempre se mantuvo mi total creencia y fe en la existencia de una Esencia Divina. En el Proceso Hoffman de la Quadrinidad (cuerpo, niño emocional, adulto intelectual y ser espiritual) pude reconectarme con mi incipiente nueva creencia a la que hacían referencia como “Ser Espiritual al que algunos llaman Dios”.
En línea con estas reflexiones, en los últimos días he escuchado dos frases que han calado muy profundamente en mí, además de haber tenido una experiencia maravillosa de descubrimiento al lado de Ron y Mary Hulnick, que integró en estas líneas y que deseo compartir:
- No somos seres humanos con espíritu, somos espíritus viviendo una experiencia humana.
- Las religiones unen a los seres humanos con Dios y separan a los seres humanos de otros seres humanos.
El Espíritu es la esencia que subyace a todas las religiones. Cuando las personas hablan de espiritualidad se están refiriendo a la toma de conciencia de la realidad de la Existencia Divina dentro y más allá de toda creación. Desde un punto de vista comportamental se está haciendo referencia al accionar que permite realmente elevarse uno mismo y a otros a ser mejores personas; es actuar como si supiéramos que Dios está observando cada uno de nuestros movimientos, como que efectivamente es así.
Existe una realidad espiritual y unos principios espirituales universales, como la ley de la gravedad. No tengo que creer en ellos para que existan. Si esto es así, debe haber una razón específica y un propósito que sustente su existencia. Caso contrario no se entendería el porqué de tanto sufrimiento físico y emocional en estos cuerpos tan extraños. La respuesta podría ser que la Tierra es esta escuela a la que los Espíritus han venido para evolucionar sus estados de conciencia y como en toda escuela cada uno de nosotros tenemos una malla curricular espiritual que debemos seguir y algo que supuestamente hemos venido a aprender.
En esta Escuela Espiritual hay dos realidades que confluyen. La realidad física que experimentamos a través de nuestros cinco sentidos es el aprendizaje que la mayoría de nosotros justificamos como nuestra razón y propósito existencial. La otra realidad es la espiritual, consistente en la evolución y progresión espiritual que nos lleva a descubrir quiénes somos y por qué estamos aquí. No tiene que ver nada con el éxito material sino con la toma de conciencia de nuestra naturaleza como seres capaces de dar amor incondicional y tener infinita compasión por otros seres vivos. Cuando no estamos en una presencia amorosa ante otro ser vivo, estamos siendo movidos por el ego. En la Escuela Espiritual aprendemos a ver a través de ojos centrados en el espíritu. Sólo a través de ellos podremos tomar conciencia de las paradojas en las que vivimos en estos tiempos históricos:
“Edificios más altos pero caracteres más bajos, autopistas más anchas y perspectivas más angostas, gastamos más pero tenemos menos, compramos más pero disfrutamos menos, tenemos casas más grandes pero familias más pequeñas, más equipos y maquinaria pero menos tiempo, más títulos pero menos sentido de propósito, más conocimiento pero menos criterio, más expertos, más problemas y más medicinas pero menos bienestar. Hemos multiplicado nuestras posesiones y reducido nuestros valores. Hablamos mucho, amamos poco y odiamos mucho. Hemos aprendido a ganarnos la vida pero no a vivir. Hemos añadido años a nuestras vidas, pero no vida a nuestros años. Hemos conquistado el espacio exterior, pero no nuestro espacio interior. Son los años de los dobles ingresos, pero más divorcios. Financiamos nuestras casas, pero quebramos nuestros hogares”. (Dr. Bob Moorehead).
De qué nos sirve ser gerentes exitosos en la oficina si no sabemos cómo ni para qué tenemos que gerenciar nuestras vidas… y en el proceso equivocado de descubrir las respuestas impactamos en la vida de los que más queremos. Ha llegado el momento de cuestionarnos, tomar conciencia y hacer algo al respecto.